Justamente fue ayer cuando pensaba
que daría la vuelta al mundo
que viajaría de nuevo muy lejos.
Pasearía a la orilla del Sena
o volvería, tal vez, un día a Roma
donde siempre fui feliz
o a los bosques umbrosos
de la Selva Negra.
Subiría a las cumbres del
Pirineo,
bajaría a la pradera de Ordesa
y escucharía murmurar al río,
el sol marcaría las sombras de
los árboles
reflejándose en el agua del Ara.
Eso fue ayer por la mañana y la
tarde,
a todas horas del día pensaba:
vuelvo por fin a ser yo misma de
nuevo
y me lo creí. Por eso me
sorprende
que hoy mismo, sin ir más lejos
regresa el conocido cansancio de
ahora
la queja apenada de mi cuerpo
que se niega a responder a mi
ilusión
y retorno al tiempo que me toca
a la protesta silenciosa de mis
huesos
a esta extraña sensación de
obsolescencia.
Pero hoy es hoy y tal vez mañana
será ayer de nuevo.
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