— ¿Cuantas preguntas te has hecho ya? No
crees que debieran ser ya suficientes.
— Esa pregunta ya me la hago yo. Sé que todo
esto no me lleva a ninguna parte, pero no puedo remediarlo.
— Y ¿Qué respuestas te has dado? ¿Has
aprendido algo?
— No mucho. O quizá sí. Sé de muchas cosas,
de muchas ideas, también bastante de la manera en que entienden en otros
lugares, otras personas, todo esto de la insoportable levedad del ser. Pero yo
sigo siendo el siervo de mis dudas, el que sigue por el camino que dicen
correcto pero que no sabe a ciencia cierta a dónde va.
— Pero, querido amigo, si ya no sabes, nunca
sabrás. Porque hay preguntas que no tienen respuesta, como no sea una piadosa
mentira, o una verdad que jamás será certificada. Llega un momento en que tal
vez debamos contemplarnos benevolentes, lo que hicimos ya no puede modificarse.
Tal vez, en algún lugar, nos esperen las respuestas a tantas preguntas sin
ellas. Sea como sea, yo quiero dejar que las horas y los días fluyan mansamente
y medir la fuerza de la vida en esas pequeñas sensaciones e imágenes que ella
nos regala cada día.
— ¿Lo dices en serio? Tú siempre tan
analítica buscando aquí y allá ¿no te preguntas ya nada?
— Tal como lo oyes. Y ¿sabes? A veces las
respuestas vienen solas, cuando ya ni pienso en ellas.
©
Texto autoria y propiedad de Rosg.
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