Esa mañana, al levantarse, se
miró en el espejo y trazó una línea equidistante entre lo que deseaba y lo que
tenía. La contempló durante mucho tiempo y sin darse cuenta fue abriendo su
pecho porque algo allí dentro no le dejaba respirar. Aunque le dolía mucho la
herida, de aquel hueco oscuro brotaron cientos de pequeñas flores que llenaron
el aire de un delicioso aroma. Siguió mirándose un rato más, asombrada por el
bienestar que sentía. Cuando vio a las mariposas revoloteando a su alrededor no
supo si salían de su corazón o era de su cabeza. Pero eso tampoco tenía ya demasiada
importancia.
6 julio
2018 -Imagen autor desconocido -Texto de © Rosa G. Panera
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