sábado, 3 de octubre de 2020

ODER

 


 


 

 

Mi Pomerania es un cobardica, lo es y que no me digan que lo son casi todos porque mal de muchos solo es consuelo de tontos. Le asustan las olas, los cohetes, los repartidores aunque con estos se atreve, siempre y cuando no le hagan un pequeño amago, porque sale corriendo a esconderse bajo la mesa. En fin, hay muchas cosas que le hacen temblar y cuando eso le sucede me da mucha pena, pero lo que más le atemoriza son las tormentas, los truenos y rayos. No importa si las persianas están bajadas del todo y es noche cerrada y estamos todos durmiendo porque son las cinco de la mañana. Oye un trueno, no sé cómo y sale corriendo por la casa, con ese llanto perruno que me pone el bello de punta, porque te despiertas pensando que alguien le está degollando. Luego ves la luz del rayo y escuchas el trueno y te lanzas descalza a buscarle por todos lados porque ¡pobre! lo estará pasando muy mal. Lo encuentras escondido detrás del inodoro del baño pequeño, el más lejano a donde estabais y es el que no tiene ventana. Así que no se ven los relámpagos y apenas se escucha ruido alguno. 

Y vas a cogerle amorosamente y te lanza un gruñido y le ves los dientes asomando por la boca y te dices, bah! no te muerde, si no muerde a nadie, pero, por si acaso te retiras un poco y te conviertes es un ser extraño y le hablas como si fuera tu hijo: ven, cariño, no te asustes, mami te protege y él sigue temblando pero apalancado en su rincón, por si acaso. Finalmente consigues que venga de motu proprio, que si no nanay!  y lo subes a tu cama. Como es una bolita de pelo se te pega al costado y sigue temblando, o sea, no te deja dormir. Después de un buen rato, por fin te vas durmiendo en la confianza de que él también. Y de repente te despierta un golpe seco y un ladrido lastimoso. Te levantas de golpe y miras con la luz apagada y no ves nada, claro. Se ha muerto de un infarto, por el miedo, te dices. Enciendes la luz y miras, no está en la cama. Pues no, va cojeando hacia su cunita que está allí al fondo del dormitorio, porque mi Pomerania ronca, no siempre y delicadamente, pero ronca y es mejor alejarlo un poco. Ya no truena, el viento se ha calmado, a él no le gusta dormir con nadie, que es muy suyo, así que sin encomendarse a ningún santo ha saltado de la cama, que para su tamaño queda muy alta y por poco se descalabra. Bueno, él lo ha querido, así que me cubro bien, hasta la cabeza y a ver si me duermo que aún hay tiempo.

No es un cuento inventado, no. Todo esto ha sucedido esta noche, que, por otra parte ha sido de traca. Eso de la gota fría y etc. etc. etc.

 

 

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