Cerré los ojos y los abrí en otro lugar y en ese lapsus entre un hecho y otro, supe que me habían dado la oportunidad de elegir. Esta idea se hacía fuerte en mi corazón. Mi cabeza, sin embargo, me recordaba que lo que se desea no siempre es posible. Contemplas la belleza de algunos lugares y querrías estar en ellos por lo menos una vez en la vida; quieres creer que habrá un momento en que serás tú quien mira las tranquilas aguas del lago desde la terraza de una casa de fachada roja, rodeada de un pequeño jardín, lejos del ruido de la ciudad y de las calles llenas de gente apresurada.
Cualquiera, en realidad yo también, conocía lugares así no tan lejanos, similares a otros y sin embargo nada tenían que ver con el que veía al cerrar los ojos. Era una quimera imposible y por serlo era única, especial e inalcanzable.
La pleamar iba cubriendo la arena. Aquel sueño fue un regalo que se me había dado gratis, todo lo demás era una pesadilla. ¿Quién puede conquistar el tiempo? él no entiende de lo que mueve el corazón de las personas, se limita a pasar inmisericorde sin detenerse, midiendo la distancia de lo que ha pasado y lo que queda por pasar. No tiene un momento para detenerse y dejar que la felicidad dure.
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