(Pintura)
Observó con atención el esbozo de la cara de
mujer que estaba pintando, sus ojos almendrados le miraban fijamente; estaba
satisfecho, eran como los había imaginado, pero aún debía encontrar la
expresión que deseaba para su boca. Tapó el lienzo y trató de descansar.
Soñó que los labios de la mujer, a medio perfilar, le sonreían
y a pesar de ello parecía triste. En su corazón la imaginaba tierna y
misteriosa y así deseaba pintarla. Por la mañana, cuando tomó de nuevo los
pinceles, los ojos de la mujer seguían mirándole: de ellos brotaban dos
lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. Se sintió asustado, luego
conmovido y decidió que así estaba perfecta, pero sería solo para él.
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