jueves, 31 de julio de 2014

Mercedes habla bajito





De la Red






 Tema Olores (Netw)


          Hay una diferencia considerable, que cualquiera puede entender, entre llegar a casa en la tarde de un viernes, a hacerlo en lunes. No hay color. Ese día era lunes y Teresa tenía las manos llenas de bolsas, de carpetas sujetas bajo el brazo y hurgaba en el bolso buscando la llave. Y tenía prisa, como sucedía todos los de la semana.
          Dejó la compra sobre el felpudo y consiguió que el llavero apareciera justo en el lado del bolso donde no lo buscaba. Fue al empujar la puerta cuando se dio cuenta de que había en el aire un olor extraño. ¡Vaya! se dijo, tengo que bajar la basura.
          Teresa vivía en una comunidad de vecinos en Chueca, la casa era antigua pero sus habitantes nuevos, o por decirlo mejor, iban y venían según y cómo. Mercedes, su vecina y ella eran las más veteranas en la casa. Sobre todo Mercedes que estaba allí cuando ella llegó y seguiría seguramente allí si Teresa decidía volver a su pueblo algún día. El vecindario no era diferente a cualquier otro, si te cruzabas en el portal o la escalera (el ascensor siempre estaba averiado) saludabas educadamente. Se podían oír algunas risas fuera de hora, incluso música a tope y jaleo. Pero solo de vez en cuando; los vecinos eran jóvenes, así que ella lo podía entender si no se pasaban demasiado.
          Mientras vaciaba las bolsas pensaba en la gente. Sí, hay gente muy rara, hacen cosas que uno no puede explicarse razonablemente. Por ejemplo, su jefa siempre estaba malhumorada. ¿Qué le pasaba? No era capaz de alegrarse ni cuando cerraban el ejercicio y todos veían que las cosas iban muy bien. Además tenía un marido guapo y simpático, en eso estaban de acuerdo todas las compañeras de la oficina cuando le venía a buscar de vez en cuando. Puede ser una tontería, pero visto desde fuera era como para estar contenta.
          Su vecina Mercedes, sin embargo, hablaba bajito y sonreía siempre. Era educada y atenta, pero no permitía que nadie diera un paso hacia su casa. Lo más cerca era el felpudo. Mantenía la puerta entornada y te ayudaba si podía, pero en la escalera. Vivía sola y Teresa nunca había visto a nadie que viniera a visitarla, aunque sabía que a veces salía a la calle preparada con esmero y buen gusto. Como eso solía pasar en domingo, pensaba que iría a misa. ¡Qué tontería! se le ocurrió decirse un día, a lo mejor había quedado con un amante. Esta idea le divertía. No podía imaginársela como una mujer fatal seduciendo a un hombre, que naturalmente, sería canoso y de buen ver.
          Ese lunes acababa de bajar la basura al contenedor. Los malos olores le molestaban mucho y este de ahora era especialmente desagradable. Luego se olvidó de todo y se puso a ver una película antigua que la tenía vista más de diez veces, pero que la prefería a toda la programación televisiva. ¡Qué bien se está en casa! pensó, mientras se estiraba perezosamente en la butaca.
          Lo que pasó el fin de semana fue algo inesperado. El sábado a media mañana Teresa escuchó ruidos en el rellano. Ladrones, pensó, que intentan robarle a Mercedes. Prudentemente miró por la mirilla y, para su sorpresa, vio que eran los bomberos que golpeaban en la puerta de su vecina.
          — Señora, entre usted dentro y cierre la puerta —le ordenó uno de ellos cuando vio que abría la suya de par en par.
          — ¿Pero qué sucede? —preguntó asustada

          Hay cosas que parece mentira que puedan pasar. Pero pasan. Mercedes estaba muerta. Se murió en silencio, sola, como vivió. Nadie, al parecer, la había echado en falta, nadie acudió a velarla o a reclamar su cuerpo para acompañarla al cementerio. Nadie. Teresa tampoco pudo imaginarse que aquel olor extraño, desconocido y cada día más fuerte, provenía del menudo cuerpo de una mujer muerta hacía ya un tiempo. Jamás podría olvidar aquel olor.


3 comentarios:

Glo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Glo dijo...

A estas alturas no sabría qué decir de Madrid. En ocasiones temo que se de en mí aquello que escribió Borges: "... Temí que detrás de sus palabras ya no quedaran recuerdos..."

rosg dijo...

Siempre habrá recuerdos que olvidamos si sucedieron en Madrid o en cualquier otro lugar. Lo importante es que pasaron y son nuestros.

Gracias por tus palabras y la visita. Saludos.