La sensación es tan real que me asusta. El
tiempo, de pronto, se ha detenido. Cómo lo sé si siento el silencio y a la vez
el ruido de los obreros desmontando el andamio en la casa de enfrente, o el de
las grúas en movimiento en una de esas obras que transforman la ciudad en otra.
Estoy aquí, sentada, consciente de todo esto pero sobre todo sabiendo que el
tiempo se ha detenido, los sonidos también y no sé qué sentir si dicha o miedo.
Qué ha cambiado o mejor dicho he cambiado yo, así de pronto, sin que
aparentemente venga a cuento.
Compruebo que las manecillas del reloj se
deslizan en su sempiterno girar y girar, recorriendo ese camino sin fin que
muestra cómo pasa el tiempo y sin embargo yo sé que este se ha detenido en ese preciso
instante en que oigo pero no escucho, miro pero no veo.
¿Es así como termina todo? de esta manera tan
fugaz, tan libre para decidir si es ahora o será más adelante. Después de todo
qué es el tiempo, esa sucesión de horas, minutos y segundos que pasan
fugazmente sin que podamos hacer nada por detenerlos, que nos llevan con
firmeza por el río de la vida sin poder descansar.
Soy yo quien desea parar el tiempo, pero él
no me deja, quizá sea porque no pueda hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario