Por las escaleras que llevan a la Iglesia, asomándose al mar, subía hoy el hombre cargando su cruz y la corona de espinas. En las mesas del bar, en la plaza del ayuntamiento, la pareja chupaba parsimoniosa la cola de unas gambas rosadas y en el paseo los padres paseaban a sus niños y a los perritos bien atados, como mandan las ordenanzas, no sea que se coman a alguien. En la playa, los primeros cuerpos, pálidos y sin vida, se rebozaban en la arena.
El sol calienta y la vida sigue. Verdades a medias.
A Oder le gusta bañarse en el Pocillo del Fraile.
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