Que iba a ser un problema lo sabía de sobra,
pero no le importaba. ¿Por qué no podía él tener lo que tenían otros? La deseaba y además con urgencia. Iba por la
Avenida cuando la vio y pensó: va a ser
mía.
Las cosas en casa se pusieron feas; Carmen lo
supo y llevaba una semana sin hablarle, estaba muy enfadada porque su cuenta
del banco estaba casi a cero. Cansada de sus locuras, esta no era la primera,
murmuraba: ¡Estoy harta, estoy harta!.
El plasma ocupaba el lugar preferente en el
salón. Carmen estaba radiante viendo en él su serie favorita y había olvidado
su enfado. El pensó que merecía la pena haberse gastado la extra para
comprarlo, al ver los partidos y al verla a ella tan feliz.
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