jueves, 13 de agosto de 2020

Contemplando el mundo

 

 

 

 

 

 

 

RY22 - SH40

 

 

En la oscuridad, la gran pantalla brilla, en ella pueden verse imágenes en movimiento. Sentado frente a la misma un joven maneja los mandos del teclado de un gran ordenador. Contempla con expresión romántica y risueña, como si recordar lo que está viendo le alegrara el día.  

— Ya lo ves, padre, no tienen arreglo. No hacía falta darle tantas vueltas y sopesar si era justo o no. Hicimos bien enviándoles tan lejos. Teníamos razón, eran peligrosos y puedes comprobar que se destruyen entre ellos; les diste todo lo necesario para desarrollarse libremente, pero había algo en ellos dos que de permanecer aquí hubiera acabado con nuestro modo de vida.

— Lo sé hijo, yo también lo veo; no hago otra cosa que contemplar su alocada carrera hacia su destrucción, les he dotado de unas capacidades que parecía imposible que no supieran administrarlas bien. Algunos, no lo niegues, se han dado cuenta e intentan no caer más, tanto que ya no puedan remontar nunca. Mi paciencia tiene un límite y estoy llegando a él. Siempre tienen prisa, corren ciegos a no se sabe dónde, buscando algo que está lejos sin apreciar lo que tienen bajo su nariz. Llevan siglos haciéndose preguntas que aún no han conseguido responderse, pensamientos sobre lo que realmente importa, sobre lo insondable de su existencia. Recuerda que fuiste tú quien se empeñó en que tuvieran el don de pensar y que nada estuviera claro para sus mentes atrasadas y debieran buscar en ellas y sus corazones. Ni los más entendidos han sido capaces nunca de responder preguntas tan sencillas como de dónde, por qué, para qué, a dónde...

El padre mueve suavemente la mesa sobre la que hay una planta que se balancea blandamente siguiendo el compás, no tiene raíces, ni maceta, ni tierra, está ahí como si fuera una mascota consentida. Con un ritmo cadencioso suspira llenando el aire de un aroma dulzón haciendo que el ambiente se humedezca. Los dos hombres respiran con fuerza de manera automática, como lo más natural. Como si surgiera del suelo aparece un nuevo personaje, parece fuerte, camina con seguridad, mira a lo lejos como si vigilara algo y una mueca dulce en su boca semeja una sonrisa. La melena azulada de pelo fino y liso llega hasta su cintura y deja despejada su frente noble y a la vista sus ojos de un color extraño. Los dos hombres se levantan rápidos y se inclinan ante ella con respeto.

— ¿Otra vez contemplando a esos terrícolas? No os cansáis, ya veo.

También ella observa la pantalla con atención

Las imágenes oscilan pasando de un desierto en el que se levantan grandes tiendas ante las que algunos niños juegan con la tierra y se pierden luego, volando sobre grandes ciudades en las que mucha gente camina apresurada rodeada de coches y polvo, para trasladarse a playas de arena dorada en las que hay gente disfrutando del sol y el agua. Mira con seriedad todo el tumulto de seres que se afanan, que disfrutan, que sufren y si pudiera sentir algo, si tuviera esa capacidad que han regalado a los humanos, sentiría piedad por ellos.

— La verdad es que son muchos, demasiados diría yo. Y siguen creciendo a pesar de todas las pandemias, guerras y catástrofes que les provocamos para darles la oportunidad de que aprendan. Pero no. Cuando enviamos a RY22 y a SH40 a la tierra pensamos que ese castigo sería suficiente para pagar su culpa y hacerles pensar. Tal vez nos equivocamos, han seguido reproduciéndose de esa manera extraña. Y son demasiados. Hemos dejado que esto ocurra porque algunos han dado ejemplo de hasta dónde podrían llegar si aprendieran a vivir con justicia. Alguno de estos será escogido y volverán a casa.

—Tienes razón Mon99 —Padre toma asiento de nuevo y vuelve a contemplar la pantalla— Son muchos, cada vez más, se multiplican y no logran alcanzar una convivencia justa. Hablan del bien y del mal, del amor y del odio, de la justicia y la avaricia. Conocen los términos pero no consiguen aplicarlos. Les hemos enviado mensajes a lo largo del tiempo para que sepan que los vigilamos siempre y que podemos decidir sobre su existencia. Pero no tienen tiempo, están muy ocupados, unos buscando la manera de sobrevivir y otros, unos pocos en proporción, apretando la soga que mantiene el orden que les conviene. No comprenden que ellos deciden sobre sus actos como seres humanos, pero nosotros, desde aquí, podemos decidir si ese planeta creado para ellos desaparecerá tal como se hizo.

 

 

 

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