Me gusta este sol de invierno que, luchando contra las sombras de la noche y la niebla de la estación, acaba venciendo y lo llena todo de luz. Me gusta porque no calienta demasiado, porque hace que la vida recobre algo que necesitamos y nos invita a recordar viejos sueños que parecen hechos expresamente para la primavera. Porque, sin darnos cuenta ésta ya se huele en el ambiente.
Ayer me compadecía a mí misma de una manera indigna. Yo me decía ¿de qué te quejas? Pero es que vivimos un tiempo feo, asqueroso diría yo y no me sirve pensar que otros están peor y que podría pasarme a mí y a los míos. Ya lo sé. Pero me apetecía darme pena, porque, de vez en cuando, sentirse nostálgico, demasiado sensible, vulnerable a las cosas que no nos gustan, es un derecho. Siempre que no te dejes llevar.
Y además, he decidido que, en lo posible, voy a hacer lo que quiera. Lo digo porque no soy de deseos raros.
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