Cuentos de la mar salada
La gaviota sobrevolaba el faro, la luz parpadeaba y el pesquero aún no había vuelto a puerto. Tenía hambre y esperaba que el Florita2 hubiera tenido suerte en la faena ese día y poder cenar.
La proa del barco luchaba contra las olas, ella no sería la única, otras gaviotas también se lanzaban sobre la cubierta. Lo vio entre los peces plateados ¿qué hacía allí aquel hipocampo? No se pescaba a los caballitos de mar, todo el mundo lo sabía. Se lanzó en picado, lo agarró con su pico, voló en la oscuridad mar adentro y lo devolvió al agua delicadamente
Mira por dónde vas
Le encantaba el aire en la cara cuando iba en su moto, escuchando música a través de sus auriculares: 'Reloj no marques las horas...' cantaba su móvil. ¡Se sabía esa canción! ¿por qué? Ah sí, la cantaba siempre su abuela. ¡Vaya! ahora suena el móvil y está en la mochila.
— Lo siento señor guardia, me he caído de la moto pero estoy
bien, gracias. Lo de la multa por los auriculares me parece una pasada... Qué quiere que le diga.
Problemillas
A las siete ha sonado el teléfono. Era él pero no he descolgado. Me he ido de madrugada de su casa y allí ha quedado durmiendo como un bendito. Anoche estaba el señorito con ganas de jota, le dije que ya podía haberse afeitado que pinchaba como un cactus. Total me di la vuelta y él se puso a jugar con su cubo de Rubik como si fuera un crío. No sé si esto tiene futuro.
Jo! voy tarde y no encuentro el peine. Pues así me voy o perderé el autobús.
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