viernes, 12 de marzo de 2021

Por la mañana

 

 

 

 

 

 

No hay nada como pasear al perro por la mañana. Si es uno pequeño te llevará de un lado a otro de la acera, buscará un lugar concreto en el jardín público y olfateará hasta el aroma de los gusanos enterrados en lo más profundo de la tierra. No importa cuánto acortes la largura de la correa que lo lleva atado y que no le dejes acercarse a mear en la entrada a los portales, él siempre encuentra el modo de acercarse a todo el mundo en busca de arrumacos y a dejar su marca allí donde no debe.

El perrito es tan mono que la gente, en especial los niños, se acercan a acariciarle y tú estás ahí preguntándote si se cansará del sobeteo y les lanzará un gruñido o se quedará dormido, agradecido por las caricias. De mientras te haces amiga de todo el que pasa y te pregunta: ¿de qué raza es, es un cachorrito, verdad, es muy bonito, es bueno, muerde? Si, si no y no... o lo que sea menester contestar.

Cuando el señorito se cansa, da la media vuelta y enfila para volver a casa y allí le sigo hasta la próxima vez en que se siente frente a mí y me mire con carita de pena. No dice nada, claro, pero se le entiende todo. Dependiendo de los brincos que de, será que tiene mucha prisa o no. Y allí voy, después de todo le quiero mucho y ahora me toca a mí, pues su papi ya no está.

 

 

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