martes, 19 de abril de 2022

Un paseo accidentado

 

 

 

 

 


 

 


 --¿Tengo para mucho, Flora? –pregunté mientras ojeaba el Ho

--No, enseguida acabo aquí y voy contigo. ¿Te has enterado de lo de la chica que arregla las uñas, cerca de tu casa?

-- Sí, ya me han dicho. Eso me ha hecho recordar algo que me pasó hace ya bastante tiempo.

Os lo cuento para que tengáis cuidado. Esto me pasó un día que hacía bastante frío y había llovido toda la mañana. Aun así, salí a dar un paseo por los alrededores. En casa quedaron la cocina revuelta, la mesa del comedor a medio poner y en el salón un precioso árbol lleno de luces. Era el día de Nochebuena y vendrían a cenar el total de la familia. Estaba cansada de cocinar, así que pensé que podría despejarme un poco. No te pongas ahora a prepararte, me dije, que Pol vendrá enseguida

Pablo es mi hijo. Siempre será Pol, para nosotros. Se había independizado, pero venía a verme a menudo y comía conmigo. Me puse un chaquetón, mi bufanda y los guantes. Me gusta caminar cuando hace frío, incluso si llueve, la sensación del aire y el agua en la cara me serena y descansa. Comencé a buen paso en dirección a uno de los paseos locales, siempre llenos de caminantes. Al volver, entré a tomar un caldo en el bar que hay en la esquina de mi calle. Ya sabéis El Corralito. Francisco estaba a punto de cerrar. Me voy pronto -me dijo- en un día como hoy ya no viene nadie. Qué raro verte a ti. Solemos hablar de política, de futbol o cotilleos vecinales mientras me tomo el café de la mañana. Pensamos muy diferente pero nunca discutimos. Luego me fui a casa.

Del portal 79, yo vivo en el 77, salió un hombre que miraba a un lado y otro de la calle como si buscara a alguien. Me quité los guantes y empecé a bajar la cremallera del chaquetón nada más entrar en el portal, no me detuve a esperar que la puerta se cerrara y me dirigí al ascensor. Alguien entró detrás mío. Eché una ojeada rápida y dije: ¿Eres tú, Pol? ¡Qué bien! Hemos llegado a la vez.

Los ascensores, suelen estar en rincones oscuros, lejos de la vista de los que pasan por la calle. Al llegar al nuestro, me di la vuelta para darle un beso a mi hijo y me encontré con un joven que llevaba un gran cuchillo, agarrado con las dos manos y apoyado en su pecho. Claramente trataba de que no se le viera, si alguien pasaba

¡No te muevas, dame todo el dinero que lleves! -me ordenó

La señora que se daba mechas, parecía disfrazada para Carnaval, con la cabeza llena de paquetitos de papel de plata. Puso cara de espanto y me preguntó angustiada: ¿Y tú que hiciste?

Me pareció una película. No sé por qué no me lo tomé en serio: ¿Qué te pasa, no te encuentras bien? le pregunté preocupada. Tenía los ojos brillantes y rojos y no dejaba de moverse; yo, como una inconsciente, también me moví hacia él

¡Estese quieta señora y deme el dinero!

No llevo dinero, le dije, solo he salido a pasear.

Con auténtica inquietud añadí

¡Qué dirá tu madre si se entera de esto!

Y luego a mí misma: No tienes arreglo, Sara ¿qué haces preocupándote de alguien que te amenaza con un cuchillo?

En ese momento se abrió la puerta del ascensor de los pisos interiores. El ladrón se dio cuenta y antes de que el que bajaba apareciera, salió corriendo del portal.

Me dio por llorar, no sé si por el susto o porque aquel muchacho tan joven me recordaba a mí hijo. El vecino salió a la calle y llamó por el automático. Al primero que se puso le pidió que llamara a la Policía.

¿Te hizo algo?

No, no. Menos mal. Aún tuve suerte.

En ese momento alguien corría por la calle gritando: ¡Al ladrón, al ladrón! Era el vecino del portal cercano, al que había tratado de robar primero y no había podido. El muchacho volaba como un poseído, de modo que se perdió de vista enseguida.

A los dos minutos apareció la Policía. Se cuadraron, muy estirados y nos mandaron entrar al portal.

A ver, qué ha sucedido, señores. Traten de recordarlo todo, los detalles más pequeños a veces son los más valiosos. Primero usted, señora, cuente lo que ha pasado. ¿Qué le han robado? ¿Quién ha sido? ¿Cómo era? ¿Le conocía? ¿Llevaba armas? ¿La ha amenazado con herirle…?

Les dije que lo único que sabía es que era moreno, pelo algo largo, como de veintitantos años y que incluso eso era algo dudoso

Acérquese hoy mismo a la Comisaría a ver fotografías, por si puede reconocerlo entre los reincidentes -me ordenó el policía y luego se cuadró y se fueron.

Subí a casa bastante conmocionada, no podía apartar de mi memoria a aquel muchacho corriendo. La Policía me llamó un par de veces para una de esas ruedas de reconocimiento. Pero ¿Cómo podía asegurar que este o aquel era el culpable, si apenas le había visto?

 Quítame estos papeles –le dijo la de las mechas a la peluquera—me duele ya la cabeza y tengo frío. Tuviste suerte –me dijo a mí—si no te hizo daño.

Flora pasaba el cepillo por mi cabello una y otra vez, empuñando el secador como si fuera un revolver.

--¡Vaya susto! ¿No te ha vuelto a suceder? --Me preguntó--

-- No, desde entonces espero a que la puerta se cierre bien antes de acercarme al ascensor. Aunque no quieras, el miedo nos hace prudentes.

 

 

 

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