Me siento, él también y me mira. Es como una estatua egipcia, canoso, paticorto, de ojos negros lacrimógenos, brillantes e inteligentes. Lo encuentro atractivo, pero sé que es un egoísta y que está ahí observándome con su nariz respingona apuntado a la bolsa que estoy abriendo. Sé lo que está pensando, pero él también sabe lo que pienso yo y me lleva ventaja porque es muy listo. Soy presa fácil, cualquier cosa que se proponga lo consigue. Se acerca despacio, con su andar sibilino. Toca mi pierna para recordarme que está ahí, apenas un ligero toque, un ladeo de cabeza, las orejas apuntando al cielo, meneando el rabo con alegría y yo cojo la correa y lo llevo a pasear, aunque llueva.
3 comentarios:
Magnífico, Rosa. Breve e inteligente relato. Me gusta mucho ese desconcierto inicial y que que descubres bastante avanzado el texto. Muy bueno.
Como siempre, gracias Antonio. Trataba de escribir algo que sonara a caricatura. Y esto es lo que me ha salido.
Muy divertido! Seducción en toda regla!
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