jueves, 25 de agosto de 2022

Diario de una día cualquiera 1- verano

 

 


 

 


 


Verano

 

Atardecía ayer y yo miraba por la ventana tratando de decidir si me iba con el perro a caminar por el paseo de la playa o lo dejaba en casa y tomaba una cerveza con una amiga. Entonces me di cuenta de que algo había cambiado en el ambiente: estaba oscureciendo, o quizá no era para tanto, pero el sol había perdido el brillo del verano. Tuve una clara sensación de que algo se acababa para dejar paso a otra cosa.

Me fui con el perro; hasta en el paseo se veía menos gente, la mayor parte personas mayores disfrutando del paisaje y aprovechando que no había patinetes, ni bicis y podían moverse con tranquilidad. Personas mayores ¡cuántas! Y que vivas, que hermosas, que abiertas a hablar con los demás, a explicarte si algo no sabes. En los bordes del paseo había unas cuantas casas rodantes, preciosas y no diré que en todas, pero en algunas, viajaba gente con mucha vida a su espalda, dispuesta a seguir acumulando más.

Me gusta sentarme frente al mar, a cualquier hora y tanto si llueve como si hace sol. En silencio. Creo que suelo pensar, la mente se desliza sola y sin ningún propósito y digo creo porque luego se me olvida todo, solo me queda la sensación de plenitud. Cuando vuelvo a casa, mi perro me mira amoroso y me dice que quiere volver a salir, aunque haga tanto calor. Estoy cansada. Acabo de soñar que aún puedo con todo, pero la realidad me devuelve a mi sitio. Me miro al espejo y me pregunto quién soy yo, si esta que veo o esa que imagino.

Luego busco la correa del perro, le hago una señal y sale corriendo alegremente porque voy a llevarle a olisquear por todos lados. 

 

 

 

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