martes, 8 de abril de 2014

Confidencias


Imagen de Gerardo Balbás Regidor - Mirando al mar soñé - T.D. Reservados




Al hacerse esa pregunta recordó los ojos de Mary fijos en los suyos. Filosofaban sobre el sol y la posibilidad de apagarlo, la muerte, la vida eterna. Permanecieron así mirándose sin verse, absortos en sus propios pensamientos.

— Pero, las cosas no son tan sencillas —dijo por fin ella como si saliera de un sueño— mucha gente no desea vivir una vida eterna, incluso muchos no se asustan por el hecho de que hemos de morir sin duda.

— No estoy tan seguro de que eso sea así —la miró a través de las volutas de humo del cigarrillo, pensando que estaba muy bonita cuando se le iluminaban los ojos si creía haber encontrado una respuesta irrefutable— ¿Tú no le temes a la muerte?

— Mis temores no tienen nada que ver. Mi vida tampoco tiene nada que ver con la que viven otros. Es fácil desear una vida eterna si la que te ha tocado en suerte ha sido medianamente normal y placentera. Pero otros darían lo que fuera por acabar de una vez con la que ellos están viviendo. A veces se deciden y terminan con sus penalidades, otros, tal vez por cuestiones morales o religiosas o porque hay que tener valor para suicidarse, hay que estar de verdad desesperado y no tener fuerzas para seguir, aún confían en que todo puede cambiar y siguen viviendo tristemente. Pero no desean que eso sea eterno. Claro que la vida eterna, según nos han dicho, será diferente a esta.

— Ya volvemos a las cuestiones de fe. Nos espera la nada o el Paraíso. Pero eso tampoco es seguro. ¿Tú crees que irás al Paraíso cuando mueras?

Se removió en el asiento, estaba incómoda. Le estaba haciendo preguntas demasiado personales, tal vez.

Ahora se preguntaba quién era ella, donde estaba, que tenía que ver con lo que le estaba pasando...

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