martes, 8 de abril de 2014

La trampa


Imagen bajada de la red desconozco el autor




No quería abrir los ojos, estaba muerta de miedo.
El coche era su refugio. Fuera, ellos hablaban como si no les oyera. No comprendía del todo sus palabras, pero una luz se encendió en su mente. Planificaban su vida fríamente como si fuera una lombriz.
La puerta del coche estaba abierta y veía a Tobías en brazos del hombre calvo. 
— ¡Traidor! —masculló con odio
Tenía que hacer algo si no quería perder lo que le quedaba de humana. El conductor asomó la cabeza por la ventanilla y ella se hizo la dormida.
— Duerme aún —dijo volviéndose
— Tráela —ordenó la mujer
La tomó en brazos y la llevó a un lugar que olía a humedad, depositándola en una camilla. ¡Ellos la transformaron en aquel ser inmundo! Con disimulo miró las paredes de azulejos. De una barra metálica colgaban varios ganchos de carnicero.
La mujer, pálida como un espectro susurró:
— Te lo advertí hermano, te avisé que se nos iría de las manos. Tenías prisa y no miraste que es una niña... ¡Una niña!
— Lo solucionaremos y si no, él —señaló al conductor— lo arreglará definitivamente.
La rabia se apoderó del corazón de la niña. Aquel malestar la atrapó de nuevo y la humedad empezó a desbordarla. ¡Todo aquel sufrimiento! Los tentáculos se deslizaban sincronizados buscando algo.  ¡Malditos! Estaban allí mirándola como se mira a un bicho.  Atenazó sus cuerpos y los subió hasta colgarlos de aquellos ganchos. Se estremecieron suplicantes hasta quedar quietos.
No había sido ella, se justificó, sino aquella cosa horrible que la dominaba. En sus ojos brillaba una mirada cruel.
— Tú —gritó con aquella voz ronca al conductor—Si no quieres que te suceda lo mismo sígueme. Tengo que averiguar qué hay detrás de todo esto y si hay más como yo y tú me ayudarás.

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