Sobre la guerra
Tímidamente
el rayo de luna penetraba por la ventana abierta a la negrura de la noche. Ni
un soplo de brisa, ni un sonido en la oscuridad. Ekron se revolvió sobre el
colchón y miró al cielo. Aún no amanecía. Habían pasado muchas horas y ella aún
no había regresado. No debes preocuparte,
le había dicho antes de irse. Trataba de hacerlo, la preocupación solo
conseguiría mermar sus fuerzas y no podía permitirse el lujo. Así que trató de
no pensar, ella sabía lo que hacía y estaba preparada para resolver cualquier
problema.
Cerró
los ojos, estaba muy cansado y se quedó dormido. Una ráfaga de ametralladora
sonó a lo lejos. En medio de la inconsciencia creyó ver a Thara que, por fin
volvía a la casa.
El cuerpo de Thara era cálido y suave, se acomodaba
al suyo como si nunca hubiera estado en otro lugar. Le gustaba descansar la
mano sobre su vientre plano que subía y bajaba con cada respiración. Ella era
más fuerte que él, a pesar de ser tan menuda. Pero ninguno de los dos
sobreviviría mucho más tiempo si no conseguían salir de allí antes de que el
enemigo les encontrara.
Se
despertó sobresaltado. Sentía un calor que abrasaba su cuerpo y tenía sed y
hambre. El hambre es terrible, te come por dentro y no te deja pensar. Y le
dolía la espalda, también era un dolor insoportable. De nuevo intentó mover las
piernas.
Su misión había sido alcanzar la colina, al
otro lado del río. Eran cinco en el grupo y se lanzaron campo a través
escondiéndose tras los promontorios que formaba la tierra. Creían que sería
fácil, pero el enemigo estaba atrincherado entre una choza y un terraplén y
pronto les hicieron retroceder. Huyeron en desorden, Thara y él corrieron sin
mirar, hacia la orilla, de tierra pantanosa, del río. Apenas pudo escuchar la
explosión de la granada. Se desplomó en el suelo, no podía respirar. Ella le
dijo que la explosión no le había dado de lleno, que debían huir enseguida.
Pero él no podía enderezarse.
Ahora
dependía de Thara, si a ella le pasara algo estaría perdido; no podía moverse. Le
había arrastrado penosamente hasta llegar a aquella casa en ruinas que parecía
un buen refugio. Ninguno de sus compañeros había regresado, debían de estar
todos muertos. Ella se encargaba de todo, le curaba y luego salía a buscar algo
para comer y beber. A la vez vigilaba si aquellos soldados seguían aún allí.
Era un hombre inútil, sentía una angustia hasta entonces desconocida para
él.
Tumbado
en la oscuridad le sobraba tiempo para pensar. Se daba cuenta de que Thara cada
vez estaba más delgada; cuando se acostaba a su lado podía sentir, al
abrazarla, sus huesos puntiagudos contra su cuerpo. Apenas hablaba, solo le
miraba con sus enormes ojos cada vez mucho más grandes y asustados. Sentía que
tenerla cerca mitigaba sus dolores y alejaba de su corazón aquel miedo, frío y
cortante.
Esta
vez Thara tardaba demasiado. Hubiera deseado poder asomarse a la ventana y ver
qué sucedía fuera. Los cañonazos sonaban continuamente. Por el ventanuco
sin cristales de aquel sótano penetraba un aroma ácido por completo distinto a todos; el
olor de la muerte. Ella decía que había cadáveres por todos lados, que las
patrullas enemigas rondaban y que pudieran estar buscándoles a ellos y a sus
camaradas. Él le suplicaba para finalmente ordenarle que huyera y le dejara allí
solo, pero no se iba.
Escuchó
atentamente por si se oían los pasos de Thara acercándose. Tenía una
corazonada: ya no volvería. El amargo sabor del odio subió por su
garganta. Estaba muy cansado y asustado; lo que quería era cerrar los ojos y
encontrarse de nuevo en el puerto, sentir el aire del mar en la cara y el olor
a pescado fresco. Descargar la captura del día, ayudar a los pescadores y
cobrar su salario. No necesitaba nada más. No quería morir de esta manera.
Esta
vez las ráfagas de ametralladora sonaron más cerca. Las tropas enemigas avanzan, le había dicho Thara, que parecía muy fatigada. Llegarán hasta aquí en cualquier momento.
Tengo que buscar la manera de salir de este agujero y huir antes de que nos
encuentren. ¿Pero cómo, cómo? No sabía qué hacer, tal vez debiera quitarse
la vida y de ese modo ella podría huir.
Había
vuelto a aletargarse. Entre el sopor le pareció que alguien andaba por el piso
de arriba. Luego oyó el ruido de una puerta que se abría de golpe y de algo que
rodaba por el suelo. ¡Por fin volvía! Se incorporó en la cama, mirando
hacia las escaleras que daban paso al sótano Entonces alguien disparó varios
tiros y el sonido se expandió por todos los rincones de la casa. De inmediato
se puso en guardia, tomó su arma y esperó. No podía ser Thara. Algo estaba pasando y era malo. Como
pudo se deslizó al suelo del lado de la pared y trato de esconderse. Sintió un
dolor horrible en la espalda que a punto estuvo de hacerle chillar. Desde allí
vio las botas de dos soldados moviéndose de un lado a otro.
— No
hay nadie aquí, aquella puta nos ha engañado —dijo uno de ellos
— Tiene
que estar en algún lado, dijo que su camarada no podía moverse
—
¡Joder, habría dicho cualquier cosa, después de lo que le hemos hecho!
Bajo la cama Ekron no pudo contener un gemido de horror ¡Thara! El primer soldado se revolvió velozmente y al verle contra la pared y la cama alzó su arma, pero Ekron disparó primero. Una mancha roja comenzó a extenderse por la pechera de la camisa militar. Sucedió todo en un segundo, el otro soldado dio un salto y disparó a Ekron con su metralleta. Rebotó una y otra vez hasta quedar completamente quieto. Mientras se moría Ekron pensó que iba a reunirse con Thara todo lo demás le daba lo mismo. Ya no le importaba nada.
5 comentarios:
Vuelo sobre el texto. Quizá demasiado y resulta paradójico. Quiza me hubiera gustado un diálogo entre los protagonistas, pero éso aún le daría mayor dinamismo.
Una preciosa historia, de cualquier forma
El diálogo entre los protagonistas no era posible, puesto que ella se ha ido y de ahí parte la historia.
Gracias David-Moisés por venir y comentar mi relato. Eso es lo importante.
¡Que pena que no lo hayas presentado así al concurso. Me ha gustado mucho.
Gracias Ricardo, tienes razón, pero no me dió tiempo para repasarlo o me obcequé. Pero eso me ha permitido corregirlo. Vuestros comentarios ayudan mucho.
Rosa, el velo dramático que envuelve gran parte de tus relatos debería caerse y dejar ver un " hatillo" de optimismo. ... Me encanta leerte en todas tus facetas
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