sábado, 14 de junio de 2014

Recuerdo...







Recuerdo que algunas mañanas miraba por la ventana y cualquier nube en el cielo me hacía pensar en casas transparentes, en aviones viajando a lo desconocido; los ruidos del amanecer, me hacían pensar en nidos ocultos en las ramas de los árboles, en pasos temblorosos de alguien que volvía a casa demasiado tarde. Podía ver cosas en las cosas que no estaban allí, pero estaban en ellas. Mi corazón era como un pájaro lanzado al vuelo en busca de emociones sencillas. No le hacía falta grandes aventuras, simplemente contemplar la vida pasando era suficiente.

Recuerdo que algunas noches cuando el sueño llamaba a mi puerta, abría mi mente para darle la bienvenida mientras recordaba la última gracia de algún niño, o las palabras amargas después de una discusión tonta, en la mañana. Amueblaba casas pequeñas en lugares hermosos, paseaba por las arenas finas de una playa desconocida y escribía un libro contando historias que no había vivido, por si así podía creer que mi vida era una aventura.

No me daba cuenta de que realmente lo era, no una aventura excitante, pero sí emocionante y atrevida. Recuerdo que podía recordar cada palabra dicha y algunas que no se dijeron pero estaba claro que se habían pensado. Todo era emocionante, mejor dicho, todo emocionaba mi corazón y mi imaginación. No había tregua para el aburrimiento. Unas veces sin que nadie lo advirtiera y otras siendo más que evidente, yo podía reír y dos minutos después estar triste por cualquier cosa. Podía sentir una enorme decepción y al momento una admiración desmedida.
Estaba llena de vida y me gustaba ser así, tan llena de contradicciones, capaz de sentir a lo grande.

Ahora miro a la distancia justa, a veces no veo nada y otras veo demasiado y no me gusta. No tengo ganas de luchar contra las tonterías que adornan el día a día y ya no monto pequeños refugios cerca de una playa con arenas finas. Aunque a veces lo parezca, nada se ha detenido, todo sigue fluyendo como lo hace el mar al seguir el ritmo de sus mareas, incansable. Sin ser consciente, vuelvo a oír cantar los pájaros en los árboles y sigo imaginándolos en sus nidos. Ya no deseo grandes aventuras. La mejor aventura es vivir cada día.

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