Trajeron ayer ligeras las horas
las voces que llamaban a la
guerra
y resonaron los llantos de las
madres clamando por sus hijos muertos
Dijeron, prometieron, lo
proclamaron
que este siglo sería como la
miel
como la brisa fresca que suave
acaricia
y la justicia alcanzaría para
todos.
Había un continente sin futuro,
muerto,
lleno de vidas hurtadas e
imposibles.
Las aves rastreras, sin pesar lo
cercaban
aquellas que sin rubor luego
dormían tranquilas
Monstruos mirando con avaricia,
sátrapas de la ignominia y la
lujuria
que no conocen la misericordia, ni
simpatía,
solo el afán de conseguir sus
deseos
Para muchos no queda esperanza,
pero
cuando se rompa la composición
perfecta
del cielo azul que nos protege,
llegará por fin
la mágica conjunción del hombre y la tierra.
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