Ante su vista, tembloroso, aquel jovenzuelo
no se atrevía a mirarle. Tras los cortinones Constanza, su hija preferida,
espiaba a su amado esperando sus palabras
El
Marqués permanecía impasible, solo un ligero temblor en su boca anunciaba su enojo;
mirando al muchacho detenidamente calculaba qué tipo de hombre sería en el
futuro. El se frotaba las manos, nervioso, reuniendo fuerzas para poder hablar.
—Señor, huu...mildemente solicito la mano de
vues...tra hija.
— ¡La mano de mi hija! ... ¿Tú? ...Jajajajaja
La
carcajada se mezcló con el grito de la joven y como un eco, se perdió por los
confines del castillo.
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