A
cenar, me dijo. ¿En tu casa? le pregunté. Sí, claro, respondió
Qué suerte, pensé, seguro que esta noche mojo. Quién me iba a decir que Marivi iba a querer hacérselo conmigo. Tan guapa y rodeada de hombres babeando.
Estaba tan nervioso que me costaba caminar, pero allí estaba yo, con mi botella de cava en una mano y las flores en la otra. Noté algo raro cuando abrió la puerta ¿era una sonrisa divertida? Luego pusimos la tele, No funcionaba. Con voz inocente me dijo: ¿podrías mirar a ver qué le pasa?
¡Mira que soy tonto!
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