jueves, 23 de julio de 2015

El primer viaje sola



(Tema: Hoteles)








Aquel invierno pensé que, si aprobaba todas las asignaturas a las que pensaba presentarme, me iría de viaje sola. Durante todo el curso hice planes. Miré en las agencias de viaje posibles destinos y, como una avarienta, ahorré cada moneda que me sobraba. Cuando lo comenté con mis compañeras de piso, enseguida se ofrecieron a acompañarme. Pero yo necesitaba hacer aquello sola y sola me fui cuando llegó la hora.

Después de un viaje acalorado en tren y de una hora más en autobús, llegué a aquella pequeña ciudad en la costa. Bueno, pensé, no se puede decir que haya sido muy rompedora, ni aventurera; a este lugar podría haber venido con mis padres. La verdad, era uno de esos puntos de veraneantes de pantaloncito y pareo, lleno de niños gritones y de chiringuitos en la playa. Nada original ni emocionante, mis ahorros no habían dado para más y mi experiencia tampoco, pero estaba sola y tenía todo el tiempo para ir y venir a mi antojo sin tener que dar cuentas a nadie.
No me gustó el hotel nada más verlo. Según la agencia era lo mejor de la zona: habitaciones grandes, bien cuidadas y tenía buen precio (lo que debiera haberme hecho sospechar). El edificio tendría unos doce pisos, todos iguales: balconcitos cuadrados, con una silla de plástico blanca, pelados, sin una sola planta, aunque, por lo menos miraban al mar, allá a lo lejos. El cuarto tendría tres metros por dos y medio, nada más entrar en él me sentí angustiada. Aquello no se parecía en nada a lo que yo había soñado durante el invierno. Me dije que tampoco importaba mucho, ya que no pensaba quedarme en aquella habitación más de lo necesario.

Por la mañana, si no madrugabas las mesas del desayuno estaban ocupadas, los croissants se habían acabado y había que esperar a que los repusieran. Las camareras se apresuraban porque no daban a basto y los turistas corríamos más, en una carrera contra reloj. Madrugar no servía de nada, los ingleses, alemanes… madrugaban más, parecía que no se hubieran levantado del asiento después de la cena, la noche anterior.

Los primeros tres días, mirando en la playa las velas de los pequeños veleros en alta mar, pensé que aquello no era lo que yo quería. Demasiadas sombrillas, que no me dejaban ver el sol, de niños que se sacudían, como los perrillos sobre mí después de bañarse y de las voces de las mamás llamándoles. Pregunté en recepción qué se podía ver por los alrededores.
Preparé mi mochila, pedí un picnic en el comedor y tomé el autobús que me dejaba más cerca. Caminé un buen rato, lo hice por un camino entre árboles; cuando me cruzaba con alguien, nos saludábamos: ¡Buenos días! ¡Buenos, sí! ¿Están muy lejos las ruinas romanas? No… Bueno depende, una media hora de camino. Respiraba hondo porque quería almacenar aquel aroma a tomillo y romero…

Me senté en la parte más alta de las gradas de lo que quedaba de un pequeño anfiteatro. Podía ver el resto de una muralla y abajo la llanura por la que serpenteaban los caminos. ¡Eran listos aquellos romanos! pensé, siempre escogían los lugares mejores para establecerse. Comí mi picnic y luego bajé hacia una zona verde, más salvaje, allí estaba el nacimiento del río Bermejo. Brotaba de unas rocas cubiertas de musgo, formaba un pequeño pozo que se transformaba en un arroyo y se perdía entre los arbolillos verdes y frescos con el rumor incansable del agua brotando.

Entre los árboles sobresalía la estructura de una cabaña de madera, que luego supe que era un albergue. Varios jóvenes charlaban sentados en el suelo. Comentaban la excursión que habían hecho aquel día y hacían planes para la que harían al siguiente. Me acogieron con simpatía. A los cinco minutos supe que aquello era lo que estaba buscando. No lo dudé ni un minuto. Pregunté en la recepción si había sitio para mí y me dijeron que sí. Volví a la playa, negocié con el hotel poder irme y cuando llegamos a un acuerdo, volví allí para acabar mis vacaciones en aquel lugar, esperando que pasara algo tan especial, que me hiciera recordar siempre aquel verano.

De lo que sucedió os hablaré otro día... 


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