domingo, 7 de octubre de 2018

Calendario




De la Red







¿Era ésta otra oportunidad o sólo sería una más de las historias que hacen que la vida parezca fácil? 

Ya había aprendido que en su agenda imaginaria los lunes, miércoles y viernes todo estaba ya hecho, o mejor que no había hecho nada y que su tiempo se había perdido, pasando tan rápidamente que apenas se había dado cuenta.

Los martes, jueves y sábados, sin embargo, su barco hinchaba las velas y surcaba el mar de la vida como una gaviota. Entonces todo volvía a ser posible. Esos días era capaz de sentir el sabor de unos labios o el tacto suave de unas manos o el asombro ante un paisaje plasmado sabiamente en un cuadro y emocionarse ante el sonido de una voz preocupada preguntando ¿cómo te encuentras? Se apoderaba de su yo interior una llama que la abrasaba e iluminaba completamente, y entonces, durante aquel corto espacio de tiempo, todo le parecía posible, lo que soñaba y lo que iba mucho más allá de sus sueños. 

Las calles desiertas en las mañanas frías, la bruma sobre las tranquilas aguas del río, la pálida luz del sol reflejada en los edificios, todo un mundo en movimiento, le proporcionaban la sensación de poder comérselo o de dejarlo, dependiendo del día de la semana. También la música abriendo espacios en la casa de los recuerdos, a veces dolorosamente. El amanecer en Las Calzadas subiendo los escalones de dos en dos y mirar atrás sorprendida por la belleza de la ciudad dormida, los tejados de colores y el brillo de las hojas de los árboles en la alameda. Allí nos despedíamos cada noche, pensaba, más allá estaba esperándome impaciente la rutina y era entonces, como si de pronto tañera una campana que algo impulsaba a la gente a salir de sus casas y caminar ligera hacia sus ocupaciones. 

Los números marcaban rojos en el calendario, pero aún era viernes y en ese día el mundo perdía brillo, en su corazón reinaba una extraña sensación de soledad que cada semana resultaba distinta y cada año se hacía más fuerte. No necesitaba verse en ningún espejo, conocía perfectamente cada pliegue de su cuerpo. Habían pasado los años y ya nada era posible, o lo que lo era nada tenía que ver con sus sueños.

Sin embargo el último jueves había visto un cuadro colgado en el Museo; contemplando las líneas perfectas, los delicados colores, volvió la maravillosa sensación del lienzo en blanco y los pinceles dispuestos. Tal vez debía volver a pintar. Sentada en el banco frente al grandioso cuadro 'Goya y la Corte Ilustrada' que pronto se iría de vuelta a Madrid, se buscó entre la gente sabiendo que no se encontraría. 

 Le gustaba sentarse en un banco de la pequeña capilla del colegio y a pesar de su incredulidad, allí siempre se había sentido bien. Ese día y como era martes creyó posible enamorarse de nuevo o de enamorar a alguien y que mereciera la pena. 

Estaba claro que sin los martes, jueves y sábados no podría vivir los lunes, miércoles y viernes. Unos días daban sentido a los otros pugnando por llegar a los domingos. 

Los domingos eran tan especiales, tan misteriosos y sorprendentes. Por la mañana acostumbraba mirarse al espejo, ese día sí, para reconocerse, recordarse como fue y saber quién era, qué sentiría, recordar lo que sintió, preguntarse si en ese día habría magia cada hora, cada minuto.  Salía de casa, sobre todo salía de sí misma y miraba atenta por si, casualmente, sucedía algo imprevisto. Podía ser que pasara ¿Por qué no? Precisamente fue un domingo cuando se abrió su corazón y quedó cegado por la luz de lo posible. También fue otro domingo cuando supo que casi siempre lo imposible y lo posible van de la mano.










No hay comentarios: