lunes, 14 de enero de 2019

Reunión y barbacoa











       


La niña sonreía de oreja a oreja de modo que entre los labios podían verse sus diminutos dientes, alzaba los brazos moviéndolos como molinos; miró a Pedro fijamente, parecía que estuvieran solos en medio del jardín. Dio dos volteretas en el aire con esa gracia alada de las bailarinas de ballet y quedó frente a él.

—Es el Lago de los cisnes —le dijo en voz baja y salió corriendo entrando en la casa.
Alguien cambió la música y otro sirvió más bebidas. Con caras sonrientes los que tenían hijos contaron lo graciosos que eran, sus buenas notas o que habían dejado las clases de kárate para empezar con unas de acordeón, y después todos volvieron a conversar de sus cosas olvidándose de la pequeña. Fue entonces cuando alguien preguntó si Magdalena vendría a la reunión e Inés, que ese día era la anfitriona, aclaró que no lo haría porque, según le había dicho, después de separarse de Loren aquellos saraos le resultaban insoportables.
Toda la tarde había soplado una agradable brisa, los hombres charlaban bajo las sombrillas junto a la barbacoa y ellas habían preparado la mesa en el porche. Mercé se levantó y entró en la casa, dos minutos después Raimon hizo lo mismo, alegando que necesitaba un sacacorchos. Iñaki e Inés intercambiaron una mirada. 

— ¡Qué valor tienen! con Teresa y Raúl delante. 

Tardaban en regresar pero en el aire se sentía aún su presencia. Siempre queda algo de nosotros detrás, quizá para reencontrarlo al volver. Teresa estaba nerviosa aunque trataba de disimular, sentía impotencia y rabia porque era ella la que se avergonzaba por la situación. En realidad ¿quería saber la verdad o prefería ignorarla? 

 En la biblioteca Raimon y Mercé se besaban con urgencia. Lo que les sucedía había sido algo inevitable. Aquellas reuniones acababan como la consulta de un psicólogo, hablaban de cosas personales y a veces alguien quería ser el terapeuta de alguien.
Días antes Mercé no quiso negarle lo que pasaba cuando habló con Inés:
—Mi marido aún no sabe nada y creo que Teresa tampoco. Lo hemos pensado mucho te lo aseguro, es duro tomar una decisión así, sobre todo lo siento mucho por Raúl. Aún estoy sorprendida de que haya sucedido, pero ha sido como recuperar de nuevo la alegría de vivir, ¿recuerdas los nervios cuando tenías una cita? Suena todo poco maduro, pero no nos importa. Estamos enamorados.

 Mercé dijo al volver que los niños estaban jugando en la parte de atrás. Minutos después apareció Raimon que, por cierto se había olvidado el sacacorchos. Detrás de ellos, dando saltos de alegría salió la niña, con su tutú blanco y dijo alzando la voz:
—Mamá, mamá... Mercé y Raimon se quieren mucho
— ¿Qué dices cariño?
— Pues eso, que se estaban besando en la biblioteca.



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