martes, 30 de marzo de 2021

Hecho a retazos

 

 

 

 


 


Había estado de rodillas media mañana, a veces, como si fuera un animal, podría decirse que a cuatro patas, ahora, sentada sobre aquel túmulo que recordaba a la edad de piedra, pensaba y bebía agua de su botellín, pero estaba caliente y no quitaba la sed. Contemplaba distraída los panteones que la rodeaban y respiraba el aroma a campo y tierra húmeda proveniente de la que había removido para hacer su trabajo. Ya se había preguntado qué hacía allí antes y ahora lo que quería saber era el por qué. Era paisajista y su trabajo consistía en crear jardines llenos de armonía y perfectamente adaptados al lugar en que iban a crearse, le encantaba hacerlo, incluso aquel enorme panteón que guardaba a gente considerada célebre y admirada a la que alguien creía deberle el honor y quizá que no hubiera olvido.

Trazó dos líneas más y borró tres de su cuaderno de notas. Le pareció que ahora quedaba mejor el conjunto aunque se apartara un poco de la idea que tenían los que le habían hecho el encargo. Pensó en Gregorio, a él también le gustaría así. Estaba distraída pero aún así la vio venir por el camino de hierba recortada: bien vestida, con una melena rubia y llamativa, recostado en el brazo un gran ramo de flores frescas, caminaba pesadamente como si llevara el mundo cargado en sus hombros, ni siquiera la vio, pasó cerca y atravesó entre los panteones hasta llegar al lugar que buscaba. Sabía a dónde iba.

La siguió con la mirada y luego la vio depositar el ramo sobre la piedra blanca en la que se leía: Gregorio Paz Magrit 28-10-2020 + y la oyó llorar desconsolada.

Puede que ella tuviera que estar allí, quizá por eso había aceptado aquel trabajo. Tal vez ver a la amante de su marido llorando por él la ayudase a perdonarlo y olvidarlo.

 

 

 

1 comentario:

Antonio Aragüés Giménez dijo...

Magnífico. Un buen desarrollo y un final tan inesperado como hermoso.