El efecto balsámico de las micras de un relato leído por la voz familiar, me alejó del lugar de la conferencia. Oyéndole recordé que nos habíamos dicho adiós sin lágrimas, sin discusiones, como dos amigos aclarando las cosas.
Él ahora parecía tranquilo, yo, sin embargo, me sentía tonta, la decepción aún pesaba en mi corazón como plomo. Pero éramos modernos y civilizados así que, allí estaba yo en la presentación de su nuevo libro, escuchándole leer un párrafo del primer capítulo:
«...Un irónico canto de despedida al hombre, huyendo del presente...» decía y su voz aún despertaba mariposas en mi estómago.
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