viernes, 22 de noviembre de 2013

Sin futuro









Su hora final había llegado. De nada sirvieron los avisos y las manifestaciones celebradas durante tantos años.

 La oscuridad lo envolvía todo, Jaime corría sobre los escombros y los coches convertidos en chatarra... Lo más terrible de todo era el silencio y aquella bruma nauseabunda, la soledad y la agonía en sus pulmones. Le costaba respirar. Por fin todo terminaría. Le horrorizaba morir solo, su corazón se pararía y nadie le tomaría de la mano.

Volvía a casa, quería morir allí. En realidad no le importaba. El era el último, todo su mundo había desaparecido tras la última explosión nuclear.