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Asomada
a la ventana, me preguntaba esta mañana por qué me hace tan feliz el simple
aroma del aire, mezcla de salitre y pinos. Una idea me lleva a otra y pienso en
que todos tenemos aromas personales e intransferibles, que huelen a nosotros
mismos y a nuestra vida. Hay un olor especial en la casa de mi ama, no sé cómo
definirlo, pero sé, solo con abrir la puerta, que es el que desprende de
siempre el que fue mi hogar. También mi nieto huele diferente a mi nieta, debe
de ser que usan diferentes geles y champús cuando se bañan, pero luego me doy
cuenta, cuando visito su casa, que es así como huele toda ella.
Recuerdo
que, cuando era jovencita, un amigo olía a jabón, de aquel que lavaba la ropa,
de escamas. Olía a limpio, a ropa recién lavada y planchada. A veces, ese aroma
me asaltaba en alguna casa, en el tendedero. Y era muy extraño porque no sabía
entonces por qué me sentía rara.
No
huele igual en el aire de un pueblo de la costa o en el del interior. En Mena
olía a hierba seca, en verano, y a chimenea de leña ardiendo, en invierno. El
aire en un lado y en otro se mueve diferente, es como pesado y transparente en
el campo, como si no quisiera alejarse mucho. En la playa, sin embargo, el aire
se mueve, húmedo y caliente, en verano, deseando adentrarse en el mar y volar
lejos.
Asomada
a la ventana, esta mañana, me preguntaba por qué me paro a pensar en estas
cosas, son tan simples y sencillas que apenas se notan. Y para más inri, me
pregunto ahora ¿Y para qué me paro a escribirlas?
1 comentario:
Para leerlas yo.
No dejes de escribirlas
Pasate por mi blog que hay algo para ti. Besitos
La Cocina de Mertxe
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