Tema El deseo
El humo dibuja una espiral en el
aire, atraviesa el círculo de luz y se pierde en la oscuridad. La mano, de dedos
largos acabados en unas uñas cuidadas y rojas, se mueve lánguida hacia los
labios entreabiertos. Es la viva imagen de la pereza, que desciende por su
cuerpo hasta sus piernas, que se alargan en un gesto indolente. Un enjambre de
avispas vuela en mi interior. Como otras veces soy el testigo mudo, aquí y
ahora, de la aparente inocencia de este instante. Una vez más creo que me ignora,
aún así cierro los ojos y dejo que el deseo fluya. Qué estará pensando ahora,
me digo. Aún veo sus ojos entrecerrados y la sonrisa que se dibuja en su boca.
Humedece el cigarrillo con su lengua y le da una larga calada hasta que, poco a
poco, se consume y yo anhelo ser el humo que penetra entre sus dientes.
Ella es como fuego, igual que siempre y todo en mí se transforma en ceniza. Dibujo en mi memoria su cintura, su espalda arqueada, puente perfecto que se eleva y se agita, exigente.
Me dejo llevar. Alguien, cerca, canta
con voz suave y sensual al amor y a la añoranza, como en el oscuro temblor de
un sueño:
... Y yo tan solo y tu tan lejos, que desespero amor, que desespero...
Hay rabia en mi cabeza y a la vez un anhelo que no cesa. Necesito pasear mi mano por su espalda, recorrer su columna perfecta con mis dedos, suavemente No puedo apartar de mi vista sus hombros y como he hecho siempre, ansío ahora acariciar su nuca hasta que incline la cabeza, para que yo la admire en toda su belleza. Mi respiración se agita, me estremezco, me dejo llevar, me sumerjo en el placer de esta agonía de los sentidos. El deseo hace que recupere su sabor, el aroma inconfundible de su cuerpo, la textura suave de su piel y me pierdo en los rincones secretos y húmedos que conozco tan bien.
La sigo mirando hambriento. Creo que por fin se ha dado cuenta de que estoy ahí y juega conmigo. Gira y deja expuesta a mis ojos la perfecta sinuosidad de su vientre y su cadera. Inmediatamente me apropio de la imagen. Siento el calor que se desliza por mi vientre, mientras ella se recrea en sí misma, en el placer de su cuerpo desnudo y libre. En su propio deseo. Alza de nuevo una de sus piernas, dibuja en el aire perfectos pasos de ballet, mientras con la otra, forma un ángulo y yo imagino esa puerta abierta, esperando a que alguien se adentre por ella. Todo su cuerpo es la viva imagen de la languidez propia del goce sensual.
No puedo respirar, absorbo una bocanada de aire porque me ahogo, mi corazón se acelera, mi cabeza se llena de imágenes viejas y repetidas entre todos los amantes del mundo, que colman de anhelo mi vientre. No tengas prisa, me digo, aunque no sé si me lo creo. Puedo esperar, me prometo, sí, puedo esperar si es necesario. De hecho llevo tanto tiempo esperando que ya voy aprendiendo.
Como si leyera mis pensamientos, la voz masculina vuelve a cantar y dice palabras que parecen hechas para mí, como si penetrara en mi corazón o mis deseos fueran transparentes para él.
...Cuando pienso en tu boca siento en mi boca el dulce sabor. Como si fuera un sueño, se va encendiendo mi corazón...
Ya ni lo intento, no puedo dejar de tenerla en mi retina, es algo enfermizo. Contemplo la perfecta redondez de sus nalgas cuando se vuelve hacia la ventana. Se me ocurre que puede que allí alguien la esté mirando y que tal vez, de nuevo es por eso que pasea las manos por su vientre y se deslizan hasta su sexo. Se ríe, no sé muy bien que le hace gracia, siento una rabia inmensa y una punzada dolorosa de celos, no quiero volver a eso, pero sonríe al vacío a través del cristal y se pasa la lengua por los labios.
La ira acrecienta el placer que va y viene en oleadas, es como volar sobre una colina y regresar, para volver a volar. Seré yo, nadie más que yo, me digo optimista, el artífice del último suspiro de sus labios, Mis manos serán como seda sobre su cuerpo y mi boca magia para su sexo.
...Ven que me falta tu calor, que tengo ganas de ti, que me muero sin tu amor...
Mi sangre se agolpa y me consume, necesito gritar y entre mis lamentos digo su nombre. Los suspiros se mezclan con las lágrimas. Entre oleada y oleada, recuerdo. Se va. No me escucha. Yo sí oigo su voz que me dice: te dejo y también mí desesperada súplica para que se quede. En el camino del deseo se cruza la desdicha de saber que la he perdido. Conozco muy bien está horrible sensación de vacío y frustración, porque todo sigue igual, ella no ha vuelto y yo me siento triste y tengo miedo. Entonces este solitario placer me desborda, pero no borra el dolor de su ausencia y la locura de soñarla tan vivamente.
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