(Netwriters Tema: El Olimpo)
Hera miraba horrorizada a aquella criatura
deforme que decían era su hijo. Sintió tal rechazo de él que lo entregó en
adopción antes de que el niño abriera los ojos y la mirara. Así fue como conoció el mar y creció rodeado
siempre de sus aguas cálidas. Tetis y Eurinome fueron sus verdaderas madres y
con ellas creció hasta cumplir nueve años.
Era un muchachito lleno de energía, con una
gran fuerza de voluntad y colmado de un ardor interno que lo impelía a doblegar
los metales y con ellos, crear joyas preciosas.
Su nombre era Hefesto. Además de trabajar en la herrería, adoraba saber
y por eso hacía preguntas a cuantos se acercaban a solicitarle algún trabajo.
Así fue como supo de aquellas montañas misteriosas cuya cima se abría en un
pozo profundo del que brotaba un humo negro y espeso que olía de una manera
extraña. En las horas en que descansaba bajo la sombra de algún árbol o nadaba
en lo profundo del mar, Hefesto pensaba en grandes llamaradas de fuego, en
espesos magmas ardientes que burbujeaban en el fondo de aquellos pozos
misteriosos a los que empezó a llamar volcanes. Su mayor deseo era poder ver
alguno.
Trabajaba con ahínco, aprendía y realizaba preciosas joyas que vendía a buen precio a los viajeros y
vecinos de la zona. Cuando tuviera suficiente dinero se iría a ver mundo, alejándose del mar para
buscar aquellas extrañas montañas. Era tal su pasión que no hablaba de otra
cosa, así que sus vecinos comenzaron a llamarle 'volcanes' y acabó siendo
Vulcano para todo el que le conocía.
Uno de sus mejores
clientes contó a Hera, esposa de Zeus, gobernantes de Olimpo, de la
extraordinaria capacidad de Vulcano para crear joyas y para demostrárselo le
enseñó una delicada pulsera que llevaba en su antebrazo. Hera
quiso saber el nombre de aquel artista: Se llama Hefesto,
aunque muchos le dicen Vulcano, le informó el hombre. Hera palideció y casi se desvanece. Ese era el nombre que pusieron a su hijo, el día que lo entregaron a las oceánidas Tetis y Eurinome, cuando acababa de nacer. Vulcano volvió a Olimpo, a la casa de sus padres, no por voluntad propia sino obligado por la
caprichosa Hera. Resentido como estaba con ella, construyó un precioso trono dorado. Nada más sentarse en
el, la diosa quedó atrapada y allí continuaría si su hermanastro Dionisio,
quien lo emborrachó un día, no hubiera podido convencerle para que dejara libre a
su madre.
La vida de Vulcano en Olimpo no fue fácil. Su
fama como controlador del fuego, no solo el de los hogares, sino el del
interior de las personas y la de sus joyas y adornos, se fue extendiendo por
todo el mundo y así pudo edificarse un deslumbrante palacio de Bronce.
Trabajaba allí con metales preciosos fabricando rayos para Zeus, su padre y
flechas de punta fina y ligera para su hermanastra Artemisa, aficionada a
cazar. Cuando Apolo vio aquellas flechas quiso tenerlas también él, después fue
Aquiles quien le encargo una coraza y Prometeo unas gruesas cadenas. Era
increíble y a la vez agotador. Después de pensar mucho, decidió fabricarse unos
raros autómatas para que le ayudaran.
Una tarde Hera y Zeus mantenían una agria
discusión, ambos lanzaban chispas pues su enfado era grande. Vulcano quiso
interceder a favor de Hera y Zeus, dejándose llevar de la ira, descargó sobre
su hijo toda la rabia acumulada. Lo echó de Olimpo. Las palabras se habían
dicho y no hubo marcha atrás.
Vulcano se dedicó a recorrer el
mundo. Gracias a su capacidad para crear el fuego que doblega los
metales, que era mágica, llenó todos los volcanes que encontró a su paso
del ardor que todo lo abrasa. Y fue tal su fama, que se extendió por todos los
rincones del orbe, llegando hasta Olimpo y a los oídos de Zeus y Hera, que
mandaron emisarios para rogarle que volviera.
Hefesto no era rencoroso y volvió. Tiempo después conoció a Afrodita y se volvió loco por su amor. Ella era una diosa
que sabía excitar el deseo de los hombres con su belleza y sus artes de
seducción. Hefesto se casó con ella y desde entonces vivió en medio del delirio
del amor y comido por los celos debido a los frecuentes deslices de aquella
hermosa mujer.
1 comentario:
Muchos deslices tuvo Afrodita, según tengo entendido. La historia de Hefesto la recuerdo más larga aún y accidentada. Un buen libro sobre mitología griega es el de Robert Graves, "Los mitos griegos", excelente.
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