Netwriters Tema : La crisis de los cuarenta
Varios de mis amigos estaban pasando la crisis
de los cuarenta o acababan de dejarla atrás. Escuchaba atenta cuáles eran los síntomas
por si era mi caso y no me daba cuenta. Según
aquello yo debí comenzar esa crisis a los treinta y seis, justamente cuando
nacieron los gemelos, solo que no tuve tiempo de pararme en análisis.
Hablar de esto no es fácil, hay que ser
sincero con uno mismo y hacerlo con sentido del humor para no caer en tristezas
que no ayudan en nada. Juanjo me lleva siete años, tendría unos cuarenta, o cuarenta y dos cuando entró en su crisis, dejó a un lado los trajes y se
compró un verdadero equipo de ropa de sport, chaquetas de colores fuertes,
camisas sin corbata y zapatos Lotousse de piel suave y color natural. Se dejó
una barbita bohemia y el pelo algo más largo. Estaba muy guapo y a mí me gustaba
mucho. Todos los amigos del grupo habían hecho algo similar. Fue por entonces
que me quedé embarazada de nuevo y como ya he dicho, nacieron los gemelos.
No sé cómo sobreviví a aquella etapa. Dejé de
ser yo, por lo menos en la apariencia. Me convertí en una máquina expendedora
de leche y adaptada a hacer tres o cuatro cosas a la vez. Cuando volví al
despacho mi mesa estaba llena de legajos. La crisis apretaba y todo el mundo
tenía problemas, así que andaban litigando unos contra otros sin parar. Juanjo, en esa época,
jugaba al pádel un día a la semana y comenzó a viajar porque las obras ya no salían
cerca de casa y había que ir donde surgieran. Iba y venía como una loca, quería
estar en todas partes y hacerlo todo bien. Ni siquiera echaba en falta un poco
de tiempo para mí misma. De vez en cuando me miraba al espejo y conseguía
verme. Aquella mujer de ojos cansados e hinchados y de ojeras moradas de dormir
poco, era yo. También era yo la que saltaba por cualquier cosa, la que no
encontraba nada que estuviera a su gusto, la que exigía a los demás, incluidos
los niños, más de lo que era justo.
Hasta que exploté, me quedé sentada en la
cama una mañana sin escuchar el despertador, sin preocuparme de si los niños se
vestían o no para ir al colegio, mirando con indiferencia el lado de la cama en
el que debía haber dormido Juanjo, que estaba en Barcelona y volvía a la noche.
Tenía cuarenta y cuatro años. Me preparé un café cuando los niños se fueron, me senté en un rincón y me quedé allí como un
autómata. No podía seguir así, debía parar, tomar aire y respirar. Propuse a mi
socio contratar a un recién licenciado y delegué en él parte de mi trabajo. No
fue suficiente, necesitaba tiempo y espacio para pensar.
Hablé con Juanjo de los años que llevaba
encerrada en aquel circuito de casa, oficina, niños, compras, colegios,
juegos, catarros... Me sentía agraviada, él podía viajar, iba a trabajar, lo
sé, pero cambiaba de lugar, dormía en un buen hotel, comía con clientes o solo,
en buenos restaurantes; confiaba en él, pero me sentía tan lejos de mí misma
que había llegado a pensar que si se fijaba en otras era natural, pues yo no
era la que él había conocido. En el fondo esperaba que dijera: no pasa nada
querida. Pero no fue así. El también se daba cuenta de lo que me estaba
pasando. Me animó a que fuera a algún lugar tranquilo y pasara allí unos días,
para que me encontrara a mí misma.
Me dediqué a pasear entre árboles frondosos
por caminos solitarios, el hotelito era acogedor y estaba en un lugar
tranquilo, me sentaba al sol, débil aún y pensaba. En realidad yo sabía lo que
quería y no era cambiar mi vestuario, el color de mi pelo o conseguir un
milagro que devolviera la tersura a mi piel, solo necesitaba un poco de tiempo
para ordenar mis ideas. También pensé que tenía suerte de poder estar allí, muchas otras no podían hacerlo.
Como todas las noches Juanjo me llamó y le
dije que ya estaba lista e iba a volver. Le conté lo que había hecho aquel día
y sobre todo lo que había decidido.
—Quédate un poco más y descansa —me
dijo—nosotros estamos bien, no te preocupes.
Mi famosa crisis de los cuarenta acabó cuando
mi marido apareció de improviso en el pequeño hotel y se quedó a pasar conmigo
el fin de semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario