Como todos los martes mi nieto vendrá a
comer. Estaba preparando tranquilamente la comida y un pensamiento me ha
llevado a otro y he llegado a uno que me decía que nos morimos, sí, pero no del
todo para quienes nos quieren.
Todo esto que parece tan profundo y
filosófico lo he pensado haciendo pasticcio, ya sabéis, ese guiso que por aquí
llamamos lasaña y que en la zona del Trentino se llama así aunque sea la misma
cosa, más o menos.
Cada vez que cocino esta receta u otra que se
llama zpezzatino di vitello, me acuerdo de la nona. La nona era la madre de un
amigo, amiga de mi ama, italiana de Trento, una gran señora. Venía a pasar
algunas temporadas a casa de su hijo y los que andábamos cerca de él teníamos
la oportunidad de disfrutarla. Empecé un libro de cocina manual cuando tendría
unos 15 años y en él, las recetas de la nona están en lugar preferente, el
conejo con romero, por ejemplo y otras más.
Podría contar algunas anécdotas de los
veranos en la playa y el empeño de ella por hablar castellano, por hacerse
entender y lo rápido que lo conseguía. Un aprendizaje que debía retomar cuando
volvía a ver a su familia después de meses en Trento. Pero hoy solo la he
recordado, como casi siempre que cocino estas recetas. No sé por qué me he dado
cuenta claramente que todos dejamos en los demás recuerdos, buenos y no tan
buenos, que no se borran y que de vez en cuando vuelven a nuestro corazón para
que nunca olvidemos a quienes nos acompañaron por los caminos de la vida.
3 comentarios:
No desaparece lo que muere sino lo que se olvida, es una forma de que algo de esa persona siempre siga vivo.
Muchas gracias por tu visita, eres bienvenida, vendré siempre por aquí :)
Abrazos.
Y la imagen me encantó, me trajo recuerdos de cuando ayudaba a mi abuela en la cocina :)
Mientras alguien recuerde se vive..
Me gusta lo que escribes.
Me he quedado de seguidora si no te importa.
Saludos
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