viernes, 9 de octubre de 2015

Cuando tañe la campana





(A Eider)




En las noches de galerna se siente soplar el viento entre los acantilados y se puede oír el tintinear de los aparejos de los barcos amarrados en el puerto. Esas noches, las ventanas y las puertas se cierran a cal y canto y el pueblo se llena de misterios, las nubes negras dibujan sombras que se deslizan por las inquietas aguas, la espuma blanca golpea las proas de las embarcaciones amarradas en el puerto, a la espera de que la tormenta amaine. La ermita vigila la costa en lo alto del islote. Se llega a ella subiendo peldaños y cuestas por una estrecha lengua que la mantiene unida al mundo, de manera artificial, Desde el campanario puede oírse el tan… tan… de la pequeña campana cuando sopla el viento suave, pero si hay galerna la campana tañe arrebato.

Las viejas pescadoras y rederas cuentan historias extrañas que tienen por protagonista esa ermita y su campana. Dicen que, por aquel entonces se creía que su sonido era como el canto de las sirenas, atraía a los pequeños barcos pesqueros y se acercaban tanto a la costa que, a menudo se estrellaban contra las rocas de los escarpados acantilados, desapareciendo en las negras aguas, como si nunca hubieran existido.

Un invierno, un precioso barco de colores verde y blanco, se acercó tanto a la costa que quedó encallado bajo uno de los ojos de aquella montaña mágica que miraba al mar. Dicen que Izarne, una joven aldeana que vivía en un caserío sobre el acantilado, pudo verlo mientras estaba mirando las estrellas. Salió corriendo de su casa y bajó por los prados empinados y luego subió los peldaños apresurada. Cuando llegó al lugar donde estaba el barco, preguntó a grandes voces, si había alguien en él, pero no obtuvo respuesta.


Tasio se despejaba en ese momento del golpe que había recibido al chocar contra las rocas, un charco de agua empezaba a cubrirle la cara; entre las sombras de su inconsciencia oyó la voz de la muchacha. Quiso moverse pero el arcón de la pesca había volcado sobre sus piernas atrapándole un pie por completo. No podía moverse, así que gritó. Su voz se mezcló con las ráfagas del viento y el sonido hostil de las olas al romper contra la costa.

Nadie sabe qué pasó realmente, unos dicen que Izarne, cuando se dio cuenta de que el marinero no podía moverse, intentó bajar por el acantilado al barco y cayó al agua, ahogándose. Otros afirman que sí pudo subir al pesquero, pero no pudo soltar el pie del hombre y ambos acabaron en el fondo del mar, cuando el barco se hundió. También se asegura que consiguieron salir sanos y salvos de la aventura y que huyeron juntos para vivir sus vidas, escapando de sus obligaciones.

Las abuelas cuentan a sus nietas que, algunas noches sin viento, suena la campana misteriosamente y su tañido se escucha por toda la aldea, la leyenda dice que son los enamorados cantando felices, estén donde estén.

2 comentarios:

RayTan dijo...

Con la intención de leer tu micro de esta quincena pasada, (no me daba cuenta de que siendo MdC no habías publicado), me encontré con este hermoso relato. Tu prosa es pura poesía, Rosa, no dejes nunca de escribir. Un beso.

rosg dijo...


Participé con este relato corto en una de las semanas de Netwriter. Gracias por venir y leerlo y gracias por tus palabras. Un beso