El pueblo se esconde en el bosque
tiene cuatro casas, una iglesia y un bar
hay que viajar por una carretera estrecha
para llegar a la plaza central
El coche gruñe cuesta arriba y se sofoca
es de mi abuelo y es viejo y de matrícula antigua
se parece al dueño al que hace tiempo
le duelen los huesos y las rodillas
Las tejas rojas de las casas brillan
húmedas aún por la bruma de la noche
asoman entre los árboles jugando a esconderse
y no lo consiguen. Anuncian que allí se vive.
El bar en la plaza es algo siniestro
la luz de la calle apenas ilumina la entrada
tres muchachos conversan, uno detrás de la barra
se vuelven sorprendidos cuando entro
Ponme un café, digo, dónde está el wc por favor
Los cuatro nos miramos sin una sonrisa
Cuando vuelvo el café está en el mostrador
desde luego está muy bueno, pienso cuando lo tomo
Ellos ya no me miran, parecen enfadados
así que no digo nada y me dedico a observar
en las paredes hay carteles en euskera
yo no sé que dicen las palabras,
hay un mapa de Euskadi y algo escrito en él:
Euskal Presoak Euskal Herrira
Pago mi café, me despido y salgo a la plaza
el aire fresco me da en la cara y respiro hondo
cuando me doy la vuelta sobre la puerta del bar
leo en un cartel: Herriko taberna
Veo en mi mente las caras serias de los jóvenes
y la mía y siento que hemos tenido miedo
ellos de mí y yo de ellos
y hemos perdido la oportunidad de hablar
y quien sabe si de entendernos
1 comentario:
El miedo arruina la oportunidad de hablar, imprescindible para entenderse. Breve y revelador relato.
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